viernes, 10 de junio de 2016

Soy

Soy de esos que escribe de amor a suspiros y delirios,
de esos que ven películas del tema y se empapan en miel.

Soy de esos que celebra las cosas pequeñas,
siempre habitante entre segundos y minutos,
mi carne no conoce las horas solo las grietas.

Soy de esos que se ponen nerviosos de la nada,
con nada y de nada en especifico,
sin importar el horario flanqueando las entradas.

Soy de esos que se justifica cuando habla,
nadie me juzga no me mal entiendan,
solo soy de esos que hablan mucho y no dicen nada.

Soy de esos que ya sabe a donde va todo,
de los que comenzamos leyendo el libro de izquierda a derecha,
y se pasan las horas pensando si habrá valido la pena haberlo merecido.

Soy de esos,
de esos que adornan las aceras,
un sin chiste y un peregrino triste,
habitante de mundos que no existen.


 

domingo, 22 de mayo de 2016

24

Que forma tan casual de ser victima del veneno mórbido,
del sensual desagüe que brota y no solo me limpia porque también me viste.
Me entrego total y rotundo,
a la marea astronómica que se dilata en suspiros y le habitan mariposas estelares,
y cometas dibujan caricias donde los orgasmos se consumen en soles.
No me arrepiento de nada y no le temo a la nada misma,
le he recorrido ya mucho tiempo y se ha robado mi nombre.
Es la fantasía de albergar mundos cuando nuestras manos se entrelazan,
es la armonía del silencio galardonada con besos al estar los dos de frente.
Lo que hace que me importe poco que me importe poco.
¿Será que mi muerte a sellado su nombre en mis labios?,
¿Será este el epitafio carmesí de textura elegante?
es ahora el lunar de mi alma,
es ahora el lunar de mi piel.

lunes, 11 de abril de 2016

Monolito de viento y ventisca.

Un lobo destruye la carótida de su hermano alvino, mastica con fuerza la traquea y le escucho burbujear. Una efervescencia al compás de la respiración desesperada de la victima, una flauta babeante sisea entre los dientes de su opresor y sus chorreantes notas tiñen la nieve, el colchón blanco ahora un lago carmesí es un pedestal a la fuerza del lobo, su atril.

Corrí hasta él y mi instinto reptil tiró de mis impulsos como caballos de carrozas, abrí mi hocico y salte sobre el ser glorificado en sangre, sobre la poderosa bestia erigida en la muerte. Clave mis caninos, sentí su cabello áspero en mi paladar, su sabor putrefacto en mi lengua cosquilleo mis papilas y babee. Había mordido un poco arriba de su hombro izquierdo, para cuando me aferraba a él con la fuerza que irradiaba mi cuello este desenterró sus fauces del cadáver y mordió mi pata. El chasquido hueco reverbero en mis oídos antes de que el dolor me dijera que estaba fracturada. No quería hacerlo pero el dolor fue tan agudo, que gire con fuerza mi cabeza arrancando todo tejido posible antes de caer al suelo, aún tenia piel suya, tal vez musculo en mis fauces.

Él, implacable, me miro sereno exponiéndome la herida que con trabajos le había echo. Su respiración inalterable, dibujaba espectrales espirales en cada exhalación, remolinos de vapor que peleaban contra el frío y la ventisca. Caminó hasta mi y le gruñí, le mostré su sangre impregnada en mis colmillos, que viera que no dudaría en arrancarle más carne de su maldito cuerpo. Pero su paso no se dejo intimidar, y lo único que podía hacer era verme reflejado en sus ojos color corteza, y por un momento ver como él me veía, como un implacable cazador veía a su presa.